El nivel de reincidencia de quienes salen de ese centro de rehabilitación es del 4 al 6% frente al 80% de otros penales del país.
“Yo he sido la oveja negra de mi familia, así me decían; pero una oveja negra también puede cambiar y yo sí he cambiado”, asegura Ernesto (nombre convencional), quien estuvo detenido por casi dos años en el Centro de Rehabilitación y Reinserción Social Qalauma, en la ciudad de Viacha, tras ser encontrado en posesión de drogas. Asegura que ya no consume, que no lo volverá a hacer. Por ahora, sustenta sus gastos vendiendo los trabajos en porcelana fría que realiza, técnica que aprendió durante su encierro.
Tenía 20 años cuando fue aprehendido por la Policía junto a otro adolescente, con quien consumía estupefacientes. Dice estar agradecido de que no lo hayan enviado al penal de San Pedro de La Paz, donde hubiera tenido que relacionarse con internos sobre los que pesan delitos graves y donde no existe un efectivo programa de rehabilitación social.
Hoy tiene 23 y recibe seguimiento post egreso por personal de ese Centro. El haber sido derivado a ese recinto juvenil, le permitió ser parte de los programas de justicia restaurativa destinados a jóvenes y adolescentes en conflicto con la ley con el objetivo de reinsertarlos en su familia y en la sociedad.
El director de Qalauma, Abraham Colque, asegura que el modelo de justicia con enfoque restaurativo y socioeducativo, basado en el respeto de la dignidad y los derechos de los adolescentes y jóvenes que han cometido un delito, que se implementa desde 2011 en ese Centro, con el apoyo del Programa de Justicia Juvenil de Progetto Mondo Mlal, incide para que éstos una vez en libertad no vuelvan a delinquir y que el índice de reincidencia sea inferior al que prevalece en recintos penitenciarios como San Pedro o Palmasola.
“El porcentaje de reincidencia de las personas que han salido de aquí y que nuevamente han sido detenidas, está entre el 4% y el 6%, frente a un 80% que existe en el sistema penal para adultos”, dice Colque, quien asegura que este bajo porcentaje, sin duda, responde al trabajo que se realiza en ese centro donde actualmente existen 135 adolescentes y jóvenes, de entre 17 y 25 años. De esta totalidad, 10 son mujeres con las que se trabaja de forma separada de los varones.
Roberto Simoncelli, representante del Programa Progetto Mondo, afirma que en los primeros cuatro años de iniciado el proyecto, el índice de reincidencia delictiva llegaba al 4%, porcentaje que se calculó sobre el seguimiento que se hizo a 600 jóvenes y adolescentes que durante ese periodo salieron en libertad de Qalauma.
“Este índice ha ido aumentando y estaría en alrededor del 10%, no obstante, es un índice bajo, no es significativo frente a los índices que presentan los centros (penitenciarios) para adultos, que estarían entre un 60% y 80%, aunque no conocemos cifras oficiales”, asegura.
El informe del Ministerio de Justicia, “Diagnóstico Situacional de las y los Adolescentes en Conflicto con la Ley en Bolivia”, señala que entre el 15% y 25% de las y los adolescentes que se involucran en hechos considerados delitos, reinciden, y que por lo general, son quienes se ven afectados por ciertos factores de riesgo en la familia, la escuela o la comunidad.
“La forma cómo las y los adolescentes en conflicto con la ley son tratados tras cometer su primera infracción a la ley, puede tener un impacto en la probabilidad de reincidencia. Las y los adolescentes que infringen la ley por primera vez que son avergonzados o maltratados por la policía, etiquetados como ‘delincuentes’ o llevados lejos de sus familias en centros de privación de libertad, son más propensos a desarrollar hostilidades con la sociedad y llevar a cabo la comisión de otros delitos en el futuro”, se afirma en el informe.
La privación de libertad, según estudios en la temática, es un factor que aumenta no sólo la vulnerabilidad frente al sistema penal de quien está sometido a un encierro, sino que el proceso de estigmatización que provoca la cárcel, también propicia la reincidencia delictiva.
En Qalauma, de los 135 internos e internas, cerca del 90% no tiene sentencia y se encuentra con privación de libertad en calidad de detención preventiva, lo cual vulnera, afirma Simoncelli, el derecho a la presunción de inocencia y da por sentado que representan un peligro para la sociedad, más aún, en el caso de las y los adolescentes infractores, que están protegidos por la Ley 548 Código Niña, Niño y Adolescente y la Convención Internacional de los Derechos del Niño, donde se establece que la detención preventiva debe ser el último recurso como medida cautelar a la que se debe recurrir.
En ese contexto, el representante de Progetto Mondo, plantea que la implementación de un enfoque restaurativo con adolescentes infractores en libertad, puede dar mejores resultados que los que se logran en situación de encierro, porque permite a la o al infractor responsabilizarse de sus acciones en la comunidad a través de programas socioeducativos y no en exclusión con un enfoque punitivo.
“Es posible pensar una nueva visión de justicia que no sea sólo el castigo, el sufrimiento y una pena estéril, sino una visión de justicia donde la pena se pueda transformar en un cambio de actitud de quienes han cometido cosas terribles y que se los pueda rescatar y dejen de ser considerados delincuentes; una justicia que también piensa en la sociedad y en las víctimas”, reflexiona Simoncelli
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