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jueves, 14 de abril de 2016

Las historias de Iván y Gonzalo muestran que persiste la discriminación por opción sexual y apariencia, por Jorge Luis Alurralde Peredo

Dos relatos, uno de homofobia y otro de discriminación en razón de apariencia confirman que la intolerancia permanece vigente en La Paz, a pesar de que la Constitución Política del Estado y normas como la Ley 045 fueron creadas para ese fin y penalizan como delito ese tipo de acciones.

Iván, un joven que sufrió un ataque homofóbico; y Gonzalo, un muchacho que fue avergonzado en público por su apariencia, relatan sus respectivas historias, con las que demuestran que en La Paz persiste la discriminación hacia las personas con opción sexual diferente e, incluso, hacia quienes visten de una manera diferente. 

Ellos, al igual que muchas víctimas, desconocen las leyes que existen en el país para la lucha contra la discriminación y tampoco saben que pueden denunciar sus casos. 

La CPE establece en su artículo 9 como una función esencial del Estado “constituir una sociedad justa y armoniosa…sin discriminación ni explotación”, mientras que la Ley 045 Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación establece sanciones contra quienes incurren en esta práctica.

Sin embargo, sólo algunos y algunas víctimas deciden denunciar ante alguna instancia competente; pero cotidianamente ocurren casos como los de Iván o Gonzalo que dan muestra que no sólo estamos todavía lejos de una sociedad tolerante de las diferencias, sino que además ha naturalizado formas de violencia que van desde la simple exclusión, la condena social o incluso el daño físico a lo diferente.

Iván, víctima de homofobia


“Por suerte no pasó a mayores, ni siquiera nos robaron algo”. Así empieza el relato de Iván luego de mostrar dos heridas de arma blanca en el abdomen y en una de las piernas, con varios puntos de sutura en ambos casos, intentando minimizar la agresión de la que fue víctima.

Eran como las 4 AM de un sábado, Iván y Alejandro salían de una discoteca gay rumbo a tomar transporte para dirigirse a sus respectivos hogares y decidieron caminar hasta la Pérez Velasco, desde inmediaciones del ex cine México.

El “error” de ambos fue tomarse del brazo y aparentar que eran algo más que amigos. En el trayecto fueron interceptados por un grupo de cuatro jóvenes, quienes a voz en cuello les gritaron “maricones, maricones”. Alejandro increpó al grupo y respondió “ustedes son los maricones”.

Eso fue suficiente para que los cuatro se abalanzaran sobre ellos y no sólo los golpearan sino que incluso apuñalaran a Iván tanto en el abdomen como en una de sus piernas. Afortunadamente, ninguna de las heridas fue muy profunda y no requirió más que una leve sutura. Alejandro quedó con más golpes y contusiones, seguramente por ser el que desafió al grupo agresor.

Esta muestra de homofobia, catalogada como la Ley 045 como “aversión, odio, prejuicio o discriminación contra hombres o mujeres homosexuales”, es contundente cuando Iván confirma que en el ataque ni siquiera les robaron algo o les exigieron alguna otra cosa. El hecho violento parece haberse limitado a “aleccionar” a los dos amigos.

De manera coincidente, en plena agresión, una patrulla policial pasó no muy lejos y si bien no se acercó para frenar el abuso, fue suficiente para disuadir a los agresores y para que éstos huyeran del lugar. Sin embargo, para Iván “la policía se pasó de largo y no hizo nada”.

Este hecho a él sí le parece casual porque es la primera vez que le ocurre. A tiempo de confirmar que se considera “varonil” y que puede pasar desapercibido como un heterosexual más, reconoce que fue un “error” abrazar a Alejandro.

Iván tiene 22 años, no forma parte de ninguna organización o agrupación homosexual y no conoce a profundidad la existencia de la Ley 045. Para él la discriminación “es hacerle sentir a alguien mal por su color, humillarles”, haciendo notar una prevalencia al aspecto racial antes que a otros factores.

Aunque él “nunca se puso a pensar por qué la gente discrimina”, reconoce haberlo hecho justificando su acción “como broma” y reconoce que nunca se sintió humillado o excluido ni siquiera en su colegio por su opción sexual.

Iván y Alejandro no vieron necesario presentar una denuncia por lo que les ocurrió, pues el primero cree que “no lo tomarían muy en serio” y si se animara a hacerlo “no sé dónde pero levantaría una denuncia”. 

Parece darle razón al viceministerio de descolonización, Félix Cárdenas, quien públicamente confirmó que luego de presentar las denuncias sobre discriminación “la gente se cansa en los procedimientos y abandona los procesos en las instancias judiciales”. 

Por otro lado, datos de la Defensoría del Pueblo del 2014 confirman que sólo el 0,06% de los peticionarios que presentaron alguna denuncia por vulneración de sus derechos es de una orientación sexual distinta. Sin embargo, se consignan 182 casos denunciados por igualdad y no discriminación en la misma gestión, a nivel nacional.

Desde el 2011 el Estado Plurinacional declaró que cada 17 de mayo se celebre el “Día de la lucha  contra la homofobia y transfobia en Bolivia”; sin embargo, autoridades nacionales como el diputado Roberto Rojas, en el 2014 consideraba a los homosexuales como “enfermos mentales”. 

Entidades como la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, considera necesario incrementar los esfuerzos para erradicar las prácticas discriminatorias contra las personas de distinta orientación sexual en Bolivia.

Gonzalo, discriminado por su apariencia


Gonzalo tiene 19 años, es heterosexual, “normal”, le gustan las chicas, tiene su novia; pero fue emo entre sus 13 y 16. “Emo quiere decir emoción, motivación, odio por odiar al mundo como los discriminan”.

Para este emo, la discriminación es un defecto porque no estamos acostumbrados a ver “gente de otra clase”, nuestros padres nos han educado de otra forma para “discriminar a la gente diferente” y confirma que si bien en su casa no lo educaron así ni a él ni a sus hermanos, existen otras familias que hacen todo lo contrario, es decir, “enseñan a odiar”.

“La gente discrimina porque no le gusta cómo te vistes, sólo porque te ves diferente”, afirma Gonzalo, quien define la discriminación como “el mal trato que te dan por el tipo de color, de vestimenta y cómo te expresas frente a la gente”.

La Ley 045 “contra toda forma de racismo y discriminación” establece que la discriminación no está permitida en el país, por ninguna razón, incluyendo entre otras la “apariencia física y vestimenta”, planteando una sanción con pena privativa de libertad de uno a cinco años.

“Yo era emo, que es una cultura urbana con un peinado y una vestimenta oscura, los chicos usan ropa apegada y las chicas se tiñen el cabello (…) nunca olvidaré cuando una vez llegué tarde a mi colegio, el Bolívar, la regente se me acercó y me gritó delante de todos “por qué vienes así, pareces marica”. El momento del reclamo público frente a sus pares fue tremendo: “me sentí muy mal, bajoneado, discriminado porque me gritó delante de todos, los demás me miraron y se reían, me deban ganas de decirle qué le pasa, soy chico, soy bien varoncito, tengo mi chica pero preferí no hacerlo porque en mi casa me enseñaron a no contestar a las personas mayores”, relata.

Para Gonzalo este episodio fue suficiente para que se mimetice con sus otros compañeros y decida recortar su cabello, despintarse las uñas negras, sacarse el delineado de los ojos y evitar la ropa negra, para así salvarse de los reclamos de la regente del establecimiento educativo donde estudiaba. Sin embargo, a los 19 confirma que sigue siendo “emo por dentro y no dejaré de serlo”.

Algo similar le ocurrió cuando fue a una discoteca con amigas y amigos de su edad, varios de sus pares pensaban que era mujer por estar vestido de emo y a tiempo de verle le increpaban: “este travesti qué hace aquí, es hombre o mujer, que se defina”.

“Lo que pasa es que la gente no está acostumbrada a ver lo diferente y solo juzga porque desconoce lo que ve”, dice Gonzalo, aunque reconoce que no sabía que podía denunciar ambos episodios dice que “de saberlo lo hubiera hecho”. Aún ahora desconoce detalles de la Ley 045, y no sabe qué hacer o dónde denunciar un caso similar.

Información del portal www.noracismo.gob.bo, indica que en el 2015 se registraron 196 denuncias por racismo y/o discriminación y según datos de la Dirección General de Lucha Contra el Racismo (DGLCR), de un total de 70 casos en el 2014, 25 son por apariencia como motivo de discriminación.

Como se puede apreciar, ni Iván ni Gonzalo reconocieron a plenitud o por lo menos de manera suficiente sus derechos, respecto de alguna forma de discriminación, o la instancia a la que pueden recurrir para presentar una denuncia. Según la Defensoría del Pueblo, “si una víctima desconoce sus derechos es poco probable que pueda exigir el reconocimiento de los mismos”, constituyéndose no sólo en una víctima del hecho sino además en un sujeto silente que oculta y que incluso se vuelve cómplice de una sociedad permisiva que además posibilita que estos casos se den una y otra vez.

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