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jueves, 14 de abril de 2016

La violencia hacia las mujeres persiste y la mayor parte de los casos no se denuncia, por Marianela Mercado Numbela

“…. te voy a matar y voy a ir dignamente a  la cárcel”,
sentencia un agresor a su víctima


Tras un largo recorrido normativo y de acciones de concienciación sobre las consecuencias sociales de la violencia contra las mujeres,  la realidad local muestra las marcas de la bofetada que dejan éstas porque subyacen preocupantes cifras sobre violencia de género de hechos no denunciados por la víctima como  tampoco por las personas de su  entorno inmediato. 

Pareciera que la normativa específica aprobada, como la Ley Nº 348 del 9 de marzo de 2013, “Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia”, Ley Nº 243 del 28 de mayo de 2013 “Ley Contra el Acoso y Violencia Política Contra las Mujeres, Ley Nº 1674 del 15 de diciembre de 1995, “Ley Contra la Violencia en la Familia o Doméstica”, aprobada por el gobierno del  expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada, no han tenido la suficiente fortaleza para frenar las condiciones de violencia a las que las mujeres aún están sometidas porque muchos de estos casos no son denunciados, quedando impunes.

En criterio de la activista feminista de la organización “Mujeres Creando”, Julieta Ojeda, el asunto no es sólo un tema  socio-legal, sino  la lucha política, ideológica donde se plantea  a las mujeres que  hay otra forma de relacionarse con la pareja, con  la familia  y la sociedad, donde se consolide la intolerancia a la violencia desde las mujeres organizadas.

Si bien el Estado  ha respondido desde una concepción legal, “… insuficiente que ha generado la arremetida machista de violencia ideológica y sistemática, el contexto legal  no necesariamente es una garantía”, factores como los pesados procedimientos que demandan  dinero y tiempo ante otras prioridades, influyen en la decisión de denunciar  o no, sostiene.

“Mujeres Creando” no escatima ninguna opción de autodefensa que permita enfrentar la violencia de género, es así que con mujeres en  situación de violencia trabajan de manera multidisciplinaria a partir de la recuperación de la autoestima, seguridad en sí misma, el llamar la atención de una persona próxima que  pudiera auxiliarla, o finalmente  medidas drásticas como huir. 

El miedo y el rechazo  familiar un monstruo de múltiples cabezas

Edith (nombre  ficticio), de 42 años, una mujer de la  popular ladera este paceña y madre de dos hijas estuvo al borde de morir ahorcada por su marido, una de muchas mujeres cuya situación se sume en las cifras negras de la violencia contra las mujeres, porque no pudo denunciar.

“No sé por qué he aguantado, he sido tonta, tenía miedo.  Por el que dirán. Por mi  familia,  mi papá decía no quiero ver una mujer  separada”, afirma Edith al  relatar que veinte años de matrimonio con un funcionario público de un Ministerio fueron un verdadero  infierno por la violencia física, psicológica y la dependencia económica a la que estaba sometida. 

Contrajo matrimonio  muy joven  resignando sus planes de hacerse un puesto de venta en la calle Tiquina del  centro paceño, “…como toda mujer joven  con la ilusión de  hacer mi hogar. Lo conocía desde el  colegio, era el mejor alumno. Cuando nos casamos me dijo que él se haría  cargo de la  familia, no  quería  que trabaje  ni que estudie, para él  yo tenía que ser ama de casa  y no salir a la calle. Tuve mi primera hijita”,  recuerda  al señalar  que  la madre de su esposo  era del mismo parecer. 

Al compartir la misma vivienda familiar, muy pronto se daría cuenta que su  esposo “... quería  hacer lo mismo  que su  papá,  decir que él es  macho, el que trae el dinero a la casa  y el que  nos mantiene. Como mujer tenía que estar sometida a lo que ordenaba.  Como  su papá que también le pegaba feo a su mamá”. 

En  este círculo de violencia, las necesidades económicas ya no serían preocupación de su  marido, sino de ella misma por lo que aprendió oficios de electricista, plomero y costurera para los arreglos de su casa y para conseguir sus propios ingresos. Estas acciones le ocasionarían  mayor  violencia intrafamiliar, siendo su  suegra quien le enseñaría recetas caseras para  esconder sus  hematomas, generalmente en su rostro. 

“Ya con dos hijitas el dinero finalmente no era todo el problema,  sino el maltrato que me daba,  grave me  pegaba.  Me quería volver  loca y estaba a punto de lograrlo. He perdido  tres embarazos. Hubiera tenido cinco hijos”, recuerda al afirmar que no denunciaba por el temor a la advertencia de su padre y su familia, que “no querían mujeres separadas”.

El extremo de la violencia en presencia de sus dos niñas, la impulsa a buscar ayuda de la Policía, pero recibe por respuesta que “no hay guardia en  este momento, busca uno de servicio en la calle y págale para que te acompañe”. Así ve diluida su esperanza de salir la violencia que le rodea.  “No conocía, las mujeres antes  no conocíamos  nada de estas instituciones, recién  me  he  enterado.  No había como  ahora las leyes  y si  había  no sabía”, agrega.

Los episodios de violencia psicópata que relata Edith, continúan así: “me agarraba me golpeaba y luego me soltaba, me decía  escápate  te  voy a matar y voy a ir dignamente a  la cárcel. Una  y otra vez  hacía  lo mismo”. Esta como muchas otras historias dan cuenta de que  las campañas de orientación pública a iniciativa de diversas instituciones privadas y estatales aún no muestran los resultados que se buscan.

Las cifras negras  de la violencia contra las mujeres

Un sondeo de opinión efectuado en la ciudad de La Paz, acerca de la subyacente situación de violencia contra las mujeres, casos  que no son denunciados o reportados ante las autoridades  pertinentes,  muestra  los siguientes datos:

De las mujeres consultadas, 85% conoce algún hecho de violencia contra otra  mujer  que no ha sido denunciado. De éstos casos, el 38% es por temor al victimario/a y el 24%  por desconfianza en las instituciones. 13% señala que se debe a la falta de recursos  y un 14% teme dañar el prestigio familiar, el 11% responde a diversas causas, entre éstas la falta de información.

Los hechos de agresiones, en todas sus manifestaciones contra las mujeres, en 79% son cometidos por varones y 21% por mujeres. El promedio de edad de mujeres agredidas oscila entre 25 y 40 años, el 67% de este rango  es agredido, mientras que el 33% incluye a niños/as, adolescentes y adultas mayores.

La razón por la que las mujeres víctimas no denuncian hechos de violencia en su contra se debe al miedo a mayor violencia, siendo el 54% agresiones físicas y el 46% psicológicas, física y sexuales, toda vez que el 57% de  estos casos ocurren en el entorno familiar.

Otro motivo es el temor a la pérdida del empleo, toda vez que el 10% de la violencia psicológica contra las mujeres ocurre en el ámbito  laboral, tanto  público como privado.  

Otra razón por la que muchas mujeres no denuncian su condición de violencia refiere la desconfianza y corrupción en las autoridades policiales, llegando a un 38%, la falta de capacidad en instituciones de servicio social con  27% y burocracia, desinterés, falta de condiciones, desinformación  suman  35%.

Vivir en armonía no se logra por arte de magia

Las denuncias por hechos de violencia efectuadas ante la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCCV) de la Policía Boliviana, son remitidas al Ministerio  Público, siendo el Fiscal la autoridad competente para establecer si la persona agresora debe ser, o no, imputada formalmente.

Esta  repartición policial no cuenta con un registro estadístico de referencia acerca del número y tipología de denuncias por hechos de violencia contra las mujeres que diariamente se reporta a esta instancia. Como tampoco existe seguimiento sobre el desenlace de cada denuncia.

“Vivir en armonía en una relación  no se logra por arte de magia”, señala un tríptico de la FELCCV para su distribución  masiva, en el que también reitera la necesidad de fortalecer la comunicación, respeto  de la vida en pareja.

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