El trabajo no discrimina pero las personas si, ya que las mujeres que trabajan como choferes en distintas asociaciones de transporte público o como independientes, para mantener a sus familias, son discriminadas en la mayoría de los casos por el machismo de los taxistas.
Cuando el alba aún se encuentra oscura, Sandra Escobar sale a trabajar con su “wilstermancito”, su principal herramienta de trabajo, un Ipsum de tres filas, que desde muy temprano traslada a los ciudadanos a sus fuentes de trabajo o al mercado para realizar compras.
Sandra hace más de tres años que se divorció de su marido y desde entonces se dedica a trabajar como chofer en la línea 110 para llevar el pan de cada día para sus dos hijos, Bryan Mendoza de 18 años y Rayssa Mendoza de 14 años. Ella retorna a su hogar a medio día para poder almorzar y ver cómo llegaron sus hijos y pasar un tiempo con ellos, para no descuidarlos, por la tarde retorna a su fuente de trabajo, recorriendo las principales calles y avenidas de Cochabamba hasta altas horas de la noche.
Esta es una de las muchas historias de mujeres bolivianas que trabajan en el transporte público por la necesidad de mantener a sus familias. Pero la sociedad machista que todavía existe en pleno siglo XXI hace que esta fuente de trabajo disminuya en cuanto a su atractivo de fuente laboral para las mujeres limitando al sector femenino a que acuda a realizar este trabajo.
“No sabía trabajar, pero empecé por necesidad. La primera vez que entre a este trabajo me han visto como bicho raro. Los choferes de otras líneas me decían vaya a mirar las ollas en la cocina y de la nada te gritan, te insultan… es gente que no tiene educación, ignorante” relata Sandra.
Al principio me sentía mal y lloraba, pero ahora les respondo, cuenta Sandra lo que sufría discriminación por parte de otros choferes al realizar el mismo trabajo que un “hombre”, para llevar unos centavos a su familia. Estos actos de violencia verbal hacen que las mujeres dejen sus fuentes de trabajo no solo en el sector del transporte sino también en otras fuentes de trabajo que la sociedad los estigmatiza como empleos solo para hombres.
Según el Departamento de Actividades Sectoriales de la Organización Internacional del Trabajo OIT, la violencia contra las mujeres en el lugar de trabajo constituye una violación de los derechos humanos fundamentales más grave que cualquier otra forma de discriminación por motivos de género.
Tras el recorrido de Sandra le preguntamos a una de sus pasajeras que opina sobre el trabajo de la mujer en el transporte público: “Son valientes, porque enfrentan a una sociedad machista, atrevida, inculta y en esta sociedad no valoran el trabajo de la mujer porque ella trabaja para sacar a su familia adelante y debe trabajar de lo que pueda y tienen los mismos derechos que un chofer varón”. En cambio un pasajero varón dice: “me parece que las mujeres no deben trabajar manejando automóviles o buses y deberían dedicarse a vender”, mientras que otro pasajero varón añade: “a mí me parece que son admirables esas mujeres, porque he visto mujeres taxistas que trabajan de noche y solas”.
A pesar de que son diez las mujeres que trabajan en el transporte público, no cuentan con un espacio especial para ellas. “No hay baños en mi línea y tenemos que ir a buscar donde hacer nuestras necesidades, tenemos que ir a las hierbas, eso en la parada de Ticti norte o aprovechamos cuando vamos cargar gas y en mi otra línea solo hay un baño” cuenta Sandra.
En las reuniones que realiza la línea 110 se pudo observar que hay 250 varones entre socios y choferes y son 10 las mujeres que asisten a estas reuniones, pero cuando desean participar de las decisiones que se toman, no las toman en cuenta vulnerando sus derechos a la participación y opinión.
La sociedad en la que vivimos aún tiene el pensamiento colonialista sobre los trabajos que una mujer debe realizar.
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