Quienes pintan las paredes defienden su derecho a expresarse públicamente y los dueños de las propiedades sienten que su propio derecho está siendo vulnerado.
La libertad de uno termina cuando empieza la del otro”, afirma Alfredo Huanca, joven paceño de 28 años. En menos de ocho meses, este vecino de la zona de Sopocachi tuvo que pintar el muro de su casa en tres ocasiones, debido a los constantes graffitis que aparecían en su propiedad. Indica que estas formas de expresión “molestan porque da una mala imagen a mi casa”.
El graffiti es pintar los muros de las calles de una forma creativa, libre; puede combinar imagen y texto. Forma parte de un movimiento urbano revolucionario que busca un impacto de gran magnitud.
La socióloga y docente de la Universidad Mayor de San Andrés, Zulema Ballesteros, menciona que el graffiti “es una forma de expresión, en su mayoría, de jóvenes en un espacio que prácticamente es público”, quienes expresan una “necesidad política, cultural, inclusive, social”.
También indica que es necesario que tenga más apoyo municipal ya que “es muy difícil romper o marcar la naturaleza de esta protesta porque inclusive se utilizan estos espacios para marcar demandas colectivas que está marcando qué quiere la gente, aquellos que no tienen un lugar para escribir, para ser escuchados”.
Al igual que Ballesteros, el joven Huanca, vecino de Sopocachi, considera necesario que el municipio se encargue de brindar espacios públicos designados para esta “forma de expresión de jóvenes sobre temas políticos, sociales y culturales”.
Hace cuatro años que M.G. empezó a trazar líneas, colores, formas y letras por la ciudad de La Paz. Su familia y amigos saben que pinta las paredes de Sopocachi, lo cual no ha sido fácil para él porque constantemente era señalado como “pandillero o maleante”; así que dice que las personas paceñas necesitan “abrir su mente” porque cree que esto tiene un sentido, sobre todo, social.
El joven de 24 años de edad y graffitero revela que el graffiti es una “invasión en el espacio público”. Por lo tanto, no goza de buena reputación, “no es aceptado socialmente por los ciudadanos”, afirma.
M.G. asevera que no sólo se trata de pintar las paredes, sino que más bien forma parte de la libertad de expresión. “Si no crees que es verdad; entonces, no crees en la libre expresión en absoluto”, indicó.
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