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lunes, 16 de mayo de 2016

Félix Yupanqui, después de tres años de estar preso por el caso Peñasco, fue declarado inocente, por Freddy Poma Fernández

Una vieja pelea con un policía sería la causa por la que fue acusado de manera falsa. Ese hecho, lo dejó sin casa porque fue destruida por una turba y le arrebató la libertad por tres años. Pese a eso, ni siquiera piensa pedir un resarcimiento al Estado. Los verdaderos asesinos fueron atrapados, aunque uno permanece prófugo.

Apenas entregó la resolución de su absolución a la junta de vecinos, se fue a ver su casa. La pena fue creciendo en la medida que se acercaba. El garaje abatido, las ventanas reventadas, el machimbre saltado, las viguetas dañadas, el tumbado con agujeros y las paredes dañadas. 

Sus muebles fueron sacados y quemados, sus pequeños artefactos y su ropa fueron arrojados desde las tres ventanas que dan a la calle. Su taxi beis fue quemado y trasladado en llamas hasta la plaza donde se terminó de consumir. 

Aquel domicilio con número de puerta 1535,  ubicado sobre la avenida Baldomero Castell, en la zona 16 de Febrero de la ciudad de El Alto,  pertenece a Félix Yupanqui, uno de los primeros acusados de asesinar a los periodistas Verónica y Víctor Hugo Peñasco el 2012. 

“Luego de presentar el fallo de mi libertad, el presidente de la zona me ha dicho: ‘bueno puedes entrar’. Al ver el destrozo, la junta de vecinos me iba diciendo: ‘qué íbamos a hacer don Félix, con la gente no se podía hacer nada. Hemos querido tratar de proteger pero a nosotros más nos querían pegar’. Otro vecino me dice: ‘bueno estás todo completo, no te faltan manos ni pies, no estás muerto’. Es lo único que me han dado, es como el sentido pésame”, recuerda Yupanqui lo que pasó en la segunda semana de abril de este año.  

Don Félix compró y construyó esa casa desde que era un terreno baldío. Cuando trabajaba en una fábrica de cristales ubicada en el camino a Oruro, decidió aceptar la propuesta a cuotas del Fondo Nacional de Vivienda Social y comenzó a estacar el terreno, construir un cuarto y, luego de muchos años ahorrando dinero, levantó su casa de un piso con múltiples cuartos, dos puertas para tiendas y un garaje.

“Con ese sacrificio me he construido, para que en una cuestión de minutos me hayan destruido todo. No tengo dinero para reconstruir. Estoy casi con cincuenta años. Viviré unos 10 o 20 más, hasta los setenta. Ya se me está acabando la vida. Lo único que me queda es trabajar, aunque gane poco, necesito para subsistir”. 

A comprar arroz y prepararse para bailar ch’uta

El viernes 24 de febrero de 2012, él salió de su casa por la tarde a comprar un quintal de arroz para sus hijos que viven con su expareja y posteriormente fue a adquirir el SOAT, porque le preocupaba que no le permitieran viajar sin la roseta de seguro esa misma tarde.

Luego fue a dejar el quintal a la casa de su exesposa y preguntó a sus hijos si querían ir a la fiesta de carnaval en Guaqui, pero se negaron a acompañarlo por presión de su madre. 

Luego Yupanqui, con su taxi beige placa 204 – KFB, se trasladó a la zona Ballivián, donde su actual pareja, Juana Gutiérrez, le esperaba con su hija, su hermana y paisanos. Luego fueron a fletar trajes de ch’uta. El reloj marcaba las 18.30 y partieron rumbo a Guaqui donde al día siguiente les esperaba la fiesta.   

Al día siguiente, 25 de febrero día en que asesinan a los periodistas, la familia de Yupanqui se concentra en la escuela del pueblo para bailar ch’uta hasta la tarde. El domingo, en vez de retornar, continúan la fiesta en la comunidad de Ñuñumani. Es así que llegan el lunes 27 a la ciudad de El Alto a dejar la ropa fletada.

Últimos días de libertad

Durante esa semana se concentra en organizar la salida de su hijo menor del cuartel, actividad programada para el 4 de marzo en la casa de su exesposa. El lunes 5 de marzo descansa en su domicilio sin su celular porque lo había perdido.

“El martes 6 de marzo, me levanto y me recuerdo que había perdido mi celular el domingo. Para salir de dudas, no había llamadas. Ese día, la mamá de mi hija estaba obligada a marchar en la avenida 6 de Marzo, por el aniversario de El Alto”. 

Posteriormente se encuentra con su hijo quién le pide que arregle un celular con la batería dañada, luego se traslada con dirección a su casa en la zona 16 de Febrero donde le esperan dos movilidades sospechosas con vidrio raybanizado. 

“Luego viene y baja el vidrio y el co-conductor me pregunta por una persona. Y le dije que no lo conozco. Y el chofer me dice: oye, tú eres Félix Yupanqui, subí, tengo cosas de qué hablar. Y luego el co-conductor baja y me lo abre la puerta de atrás. Y al mismo tiempo que me abre la puerta, del otro lado baja el tal Nicolás Jáuregui”.  

En el interior del vehículo, según cuenta, le pusieron un gorro pasamontañas para cubrir sus ojos y le enmanillaron. A las 19.00 empiezan a preguntarle a quiénes conocía, delincuentes que caminan con taxis o minibuses y le llevaron por la zona Villa Adela, Santiago Segundo, Don Bosco, casi todo El Alto, para que reconozca movilidades de bandidos hasta las 23.30 de la noche. 

“A media noche me han dicho: oye carajo, ¿no vas a colaborar no ve? Quién ha matado a los periodistas. Colabora carajo. Quiénes podían ser”.

Inmediatamente procedieron a trasladarlo a un ambiente desconocido y alejado donde escuchó la voz del policía Jáuregui, Yupanqui todo el tiempo permanecía impedido de ver por un pasamontañas que le habían puesto. En ese lugar  habrían procedido a torturarlo con asfixia empleando una bolsa nailon.  Luego le rociaron gas en el interior de la bolsa, exigiendo que colabore. Él para evitar las torturas decía que iba a colaborar, pero su respuesta siempre fue: “no sé nada”.

“Luego me dicen: ‘ahorita vamos a volver y queremos que nos respondas, no queremos las mismas palabras, me dicen. Además de eso, nadie nos ha visto que te hemos alzado, hasta podemos matarte e ir a botarte’. Posteriormente vuelven y me ponen un trapo mojado a la cara. Alguien echaba agua de arriba. Ellos decían ponlo en tiburón. Eso era para ahogarme, ese trapo me ponían en la cara bien tezado. Al respirar me ahogaba”.

Aproximadamente a las 03.00 de la mañana del 7 de marzo le quitaron su ropa para secarlo y le vistieron a las 06.00 para trasladarlo cerca a su domicilio a las 10.30. Cuando apenas lo dejaron libre, otra movilidad se le acerca y de donde salen efectivos del Grupo de Investigaciones de Casos Especiales para aprehenderlo y luego, durante el allanamiento, introducirlo en su propio domicilio.

Ese día los medios fueron convocados para hacer la cobertura en directo del allanamiento y captura de Félix Yupanqui al interior de su domicilio, pero los periodistas llegaron antes y se vio cómo Yupanqui fue sacado de un vehículo de la Policía y llevado al interior de su domicilio para hacer un informe. Luego fueron a realizar otros allanamientos. En la tarde, el ministro de Gobierno, Carlos Romero, estaba presentando a Yupanqui como el “Matón quita calzón” y a Adalid Mamani como el “Botija”.

El policía Nicolás Jáuregui

En 2008, Félix Yupanqui estaba bebiendo en un bar de la Ceja y tuvo un incidente con un efectivo de la policía de civil. Ese hecho lo llevó a la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen de El Alto (FELCC) donde el policía Nicolás Jáuregui le pregunta: ¿por qué le has golpeado a mi colega?

“Pasando unos dos o tres meses, a las nueve y media de una noche me encuentra por la Ceja y me dice: oye ha salido batida, te vas a cuidar, pero nada es gratis. Si quieres te puedo mostrar (como un delincuente) con otros (policías para que me detengan), pero tienes que poner plata. Yo le dije por qué, si no he hecho nada. ‘Ojalá no te arrepientas, ojalá no te arrepientas’, me ha dicho. Ahora por eso me ha jodido este. Le he visto en mi captura y he escuchado su voz en mi tortura”.

Rezando almas para dar con los asesinos

Durante su reclusión don Félix suplicaba de rodillas a las almas de los hermanos Peñasco para que los verdaderos asesinos caigan. Poco después, en abril del 2012 se dio la captura de un clan familiar.

Manuel Callisaya, uno de los primeros aprehendidos, relata en su declaración informativa que Claudio Merma –con quien no tiene ningún grado de parentesco y su relación sólo es de amistad–  le dijo, en estado de ebriedad y mientras veían por televisión el velorio de los hermanos Peñasco: “se nos fue la mano, porque el auto se nos ha enfangado. El Josué (Nina Paty) ha salido por primera vez junto al Napo (Napoleón Vargas Pillco), el Viejo (Teófilo Nina Ticona), Noemí Nina Pati, Amalia Nina Pati y Esteban Nina Pati”. 

Según las investigaciones, los periodistas fueron asesinados en un minibús con placa 1859 – EDR donde el chofer fue Josué Nina, al lado estaba sentado Teófilo Nina. La voceadora habría sido Noemí Nina, Amalia Nina se hizo pasar de pasajera vestida de pollera para dar más confianza a las víctimas y en la tarde de ese día vendió los celulares donde yace la foto de Verónica. Esteban Nina también figuró como pasajero. Los que acogotaron a los hermanos Peñasco fueron Centurión Claudio Merma y Napoleón Vargas Pillco, este último permanece prófugo.

Según la Policía, uno de los imputados habría realizado llamadas desde el chip, que contenía mucho crédito, de Verónica y Víctor Hugo Peñasco a sus familiares y cómplices. Detalle que terminó con la captura de todos.

Tres años de presión por la retardación de justicia

Más de 10 audiencias suspendidas en Chonchocoro, otro tanto en San Pedro. La retardación judicial afectó la libertad de un inocente durante tres años. Para salir de San Pedro, los acusados debían hacer una colecta que permitiera contratar un taxi para que los trasladen, junto a sus escoltas, hasta las audiencias. El Régimen Penitenciario no otorgaba las condiciones para que los presos respondan ante un juez. Así, las sesiones se cancelaban por ausencia de una u otra parte y se reprogramaban dentro de 15 días. 

En abril de 2015, don Félix salió libre bajo la condición de firmar dos veces por semana durante un año. Escuchar la absolución del caso fue uno de los alivios más importantes de su vida.

“Me he alegrado cuando me han dado el mandamiento de libertad dije: ¡por fin!, gracias Dios padre todo poderoso. Se ha hecho justicia... Me he alegrado, me he alegrado… Inocente nada menos, inocente... Si hubiera cometido algún delito, me hubiera dicho: carajo he cometido un delito, merezco estar aquí. Pero soy inocente, que a un inocente que lo inculpen sin motivo siempre va estar dolido el resto de la vida”. 

Lo primero que quería hacer es ir donde sus hijos, que en un momento lo reprocharon porque afectó a sus vidas el portar un apellido manchado.

Su hijo mayor dejó la carrera de Ingeniería Petrolera, el segundo abandonó su carrera en la Universidad Pública de El Alto. Sus hermanos y familiares se sienten afectados por la condena pública.

“Qué le dice la conciencia”

Desde abril de este año, don Félix quedó libre de todo el proceso. Él asegura que ya no toma, no va a fiestas. Se dedica a trabajar. Una de las respuestas que lo inquietan es saber qué es lo que siente el policía Nicolás Jáuregui.

“Quisiera encontrarlo, no para golpearlo o matarlo sino para ponerme frente a él y preguntarle qué le dice la conciencia”. 

Indemnización

Descartada. Seguir otro juicio para perseguir una indemnización sería otro vía crucis, según Yupanqui. Él asegura que tal vez no lo hubieran liberado si insistía con eso, porque al primero en enjuiciarlo sería al ministro de Gobierno, Carlos Romero. Además, no cuenta con recursos para costear un abogado ni tiempo de vida para perseguir justicia.   

Don Félix hoy

Don Félix sostiene que ya no toma en la actualidad, se excusa de participar en fiestas sociales y ya no camina hasta muy de noche. Sólo se dedica a trabajar como chofer a salariado en un sindicato de minibuses en El Alto. 

“Cuánto me llevo por día, unos 70 o 80 bolivianos. Para la dueña tengo que trabajar también. No me alcanza. Lo único que me queda es vender mi casa y tal vez comprarme un auto a medio uso para poder trabajar”, dice resignado desde el interior del vehículo donde se desarrolló la entrevista.

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