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lunes, 16 de mayo de 2016

Sed de justicia en la llajta, por María Inés Escalera

Vivir en el corazón de Bolivia, en la ciudad capital por excelencia de la gastronomía, donde son infaltables sus ya característicos sabores del pan con su llajuita, o el rico mote con quesillo, su inigualable quilquiña y su famosa Taquiña, además de las originales Sajra Horitas y los Platitos de la Tarde, con un clima agradable casi todo el año y donde se puede llegar a diferentes lugares a pie, además de la genial “Yapita”, marca registrada de los cochabambinos, que es el aumento que se les pide a las caseritas de cualquier producto que uno compre. Una hermosa tierra que cobija a propios y extraños, de la que es muy fácil enamorarse, pero que está flagelada por registrar el mayor índice de Feminicidios a nivel nacional, además de varios casos de violencia física, psicológica y sexual, y donde se clama por justicia.

La realidad tan cruel y lacerante en Cochabamba de llevar la delantera en muertes de mujeres en la mayoría de los casos a manos de sus parejas, muchas veces dejando en la orfandad a niños inocentes que viven en adelante con la privación de disfrutar del inmenso amor de madre que tenían derecho a gozar, o dejando a familiares con la irreparable pérdida de un ser amado. De cualquier manera son casos donde las personas buscarán justicia y la mayoría no la encontrará, porque no hay un justo sistema del sistema de justicia.

La condición de mujer en nuestro país, como en otros países latinoamericanos, se ve ensombrecida aún por el machismo, que provoca demasiadas diferencias entre hombres y mujeres, por lo que ellas, día a día deben luchar por hacer prevalecer sus derechos que le permitan desenvolverse en estas sociedades y ejercer distintos roles sin ser discriminadas por su condición de género.

Sin embargo, históricamente en el mundo, la mujer ha demostrado una fortaleza admirable para salir adelante en situaciones adversas. En Bolivia, específicamente la Llajta, es fiel testigo de la lucha de sus valerosas Heroínas de la Coronilla, que ha situado a esta ciudad en alto por su lucha de libertad y de sus derechos, un ejemplo cautivador para nuestros vecinos latinoamericanos en especial, mujeres de quienes las nuevas generaciones  y en general las personas deben seguir el ejemplo para enfrentar los problemas que les sobrevengan.

En nuestra realidad existen grupos a quienes se les vulneran sus derechos sin que logren obtener justicia, esos grupos son mayormente: niñas, niños, adolescentes, adultos mayores y también las mujeres, y basta para muestra un botón, echar un pequeño vistazo a alguna experiencia que pueda reflejar la vivencia de muchas otras personas que pudieran atravesar situaciones de vulnerabilidad, por eso a través del siguiente relato se presenta uno de muchos casos.

En Cochabamba es menester que a nuestro paso y en el ajetreo diario de nuestras actividades nos encontremos casi siempre con señoras, en su mayoría, que con un carrito cargado de naranjas, mandarinas y pomelos, nos ofrezcan un refrescante juguito que calma por un ratito nuestra sed y que de yapita  nos recarga  el cuerpo de bastante Vitamina C, que puede ser  preventivo a resfríos que con la pronta llegada del invierno podríamos evitar.

Aunque ya estamos en Otoño y el clima debía apuntar a bajar poco a poco en temperatura, siguen muy marcadas las tardes calurosas y que hacen expresar a las personas la típica frase ¡Qué calor!, sea que camines y te la repitas a ti mismo (a) varias veces, o si subes al micro, la persona que te hable, lo primero que dirá, quizás será, ¡qué calor que hace, Dios mío…!. La verdad de las cosas es que si tenemos sed por tanta calor, hay formas de saciarla, pero lamentablemente para la sed de justicia, muchas veces no las hay.

Para Cecilia (nombre ficticio para proteger su identidad), madre de dos hijos y dedicada a la actividad de la venta de jugos, con su carrito, jamás logró saciar la búsqueda de justicia de su tormentosa vida de abuso físico, psicológico y sexual que vivió por más de 10 años, antes de escaparse y dejarlo a su esposo-agresor, para poner ella misma solución a su vida y la de sus hijos, porque entendió que nunca lograría justicia.

En enero del 2004 como muchas mujeres ilusionadas en casarse, ser feliz y tener una familia, Cecilia se casó, a sus 21 años y pronto sería bendecida con su primer hijo, en junio del mismo año fue mamá, durante este tiempo ella recuerda que su esposo, Roberto (nombre ficticio), ya la maltrataba insultándola sin ningún motivo, y sin contar a nadie lo que sucedía, la señora soportaba en silencio lo que poco a poco se tornaría en una vida llena de violencia.

Teniendo tan sólo meses de nacido su bebé, la pareja de Cecilia la empezó a golpear y lanzarle objetos, incluso golpeaba a su bebé. De acuerdo a los relatos de la señora, Roberto comenzó a tratarla cada vez con mayor torpeza y no medía el daño que le causaba tanto a ella como a su pequeño hijo, sin embargo al cumplirse su primer aniversario de matrimonio, él pidió que ella lo perdone por todo lo malo que vivieron y que sigan juntos, entonces con la esperanza de que su vida mejoraría, ella aceptó lo que sería en adelante un flagelo cotidiano sin siquiera sospecharlo.

En el tercer año de su vida conyugal, es decir, en el 2006, en una noche como cualquier otra, llegó furioso, gritando y destruyendo todo objeto a su paso el agresor de Cecilia, que sin ninguna explicación, tan solo insultándola, comenzó a golpearla y este lamentable episodio terminó con el brazo fracturado de la joven mujer, que luego de escapar del lugar y llegar a emergencias de un hospital fue atendida y orientada por el médico para que denuncie esta situación y que ella no podía seguir así con un niño pequeño, mucho menos porque debía pensar en la nueva vida que llevaba en su ser. 

Cecilia estaba embarazada de su segundo hijo y la violencia que vivía aumentaba cada vez, su vida  no mejoró  como le prometió su  esposo, pero  a pesar de la guía del doctor que le dio las pautas para frenar este círculo vicioso de violencia, la señora no realizó ninguna denuncia.

Al día siguiente, Roberto llegó a su casa como si nada hubiera sucedido y fue cuando al ver a su esposa con el brazo enyesado, la amenazó de muerte si contaba algo a su familia o iba a la policía. Entonces comenzó un  nuevo maltrato psicológico hacia Cecilia, quien  con  mucho dolor hizo lo que le dijo su agresor y permitió así que la violencia vuelva a ser el pan de cada día.

Con  el transcurrir  del  tiempo, no  contento  con  agredir  constantemente a  su  esposa, Roberto además golpeaba y maltrataba a sus hijos, teniendo ella que internar en una ocasión a su hijo mayor y dando excusas en el hospital de que el niño fue, quien al caerse se había lastimado su pie, al punto de provocarse una fractura. Eso sucedió en el 2009, días antes del día del niño, que es cuando más ese pequeño debía haber disfrutado en familia del amor de sus padres, pero no fue así, y a pesar de tanta violencia, la mamá del niño no se atrevió a denunciar a su esposo, porque de nuevo él la amenazó con matarla, a ella y a sus dos hijos, lo que produjo un estado de pánico en la señora, dejando las cosas como estaban.

Los siguientes años pasaron entre golpes, maltratos psicológicos y sexuales, su esposo, dedicado a la albañilería, desaparecía por largos periodos de tiempo, periodos que Cecilia trabajaba en diferentes lugares y así llevaba su vida al lado de sus dos hijos. Sin embargo, el 2013, Roberto volvería a vivir a su casa trayendo con él a su primo, prácticamente un desconocido para ella, y en quien no confiaba porque vivía con ellos sin trabajar y bebiendo todo el tiempo.

La vida de Cecilia se vio duramente afectada porque fue golpeada y violada por Roberto y su primo. Estas agresiones fueron imposibles de soportarlas sin reaccionar para dejar atrás tanto vejamen, dolor, tristeza, pánico, que antes impidieron que ella ponga fin a su agonía. Es cuando Cecilia decidió enfrentar su realidad y escapó con sus dos hijos en la primera oportunidad que tuvo, luego pidió ayuda a una amiga que conociendo su historia, le brindó un cuarto en su casa para que viviera ahí con sus pequeños.

Después de esas agresiones que sufrió Cecilia, contó a su amiga todo lo que había sufrido y quien le insistió que denuncie a sus agresores por seguridad de ella y de sus dos hijos. Entonces con la esperanza de lograr justicia, la señora junto a sus dos pequeños, siguiendo el consejo de su amiga fue directamente hasta el Ministerio Público. 

Muy temprano hizo fila para una ficha que repartían para poder ingresar a las oficinas y realizar su denuncia, luego de horas en la fila, fue atendida por una señorita, que le preguntó cuándo fue agredida, y que si tenía la denuncia por escrito en un folder amarillo, con tres copias y pruebas de sus agresiones, a lo que Cecilia solo respondió que no tenía nada de lo que le pedía y se fue de ahí.

Al salir de las oficinas y darles de comer a sus hijos unas galletas y refrescos en bolsa que pudo comprar, empezó a hablar con una mujer que estaba sentada a su lado y que le dijo que mejor era ir a la policía, le dio la dirección y Cecilia dispuesta a buscar justicia fue hasta donde le había dicho la otra señora. Llegó a la Fuerza de Lucha Contra la Violencia (FELCV), ahí pidió que le ayuden, le hicieron esperar mucho tiempo, entraban y salían, pero no la atendían, al final, ella les dijo que tenía que denunciar a sus agresores y por eso estaba ahí, recién le hicieron caso. 

Cecilia contó todo  lo que  había  vivido  al lado de  su esposo hasta  lo último  que pasó, luego la llevaron a otro escritorio y nuevamente le preguntaron qué pasaba, ella volvió a decirles a los policías todo el sufrimiento que tuvo desde hace 10 años y que quería denunciar a Roberto y al primo de él. De esta manera recién escribieron su denuncia, sin embargo hasta este momento y como sucede con muchas víctimas de violencia, la denunciante fue revictimizada, porque no se debe permitir que relate más de una vez las agresiones que sufrió, ya que esto es revivir todo el sufrimiento, no es ninguna novedad, se conocen muchos casos que parecen repetitivos por parte de policías que permiten que las víctimas pasen por esto.

Pasaron varios días, Cecilia iba a la FELCV para saber cómo iba su denuncia y que harían para ayudarla, pero no recibía respuesta ya que la policía que atendió su caso, había sido cambiada de destino, por esta razón el caso no había seguido adelante. La denunciante luego de volver varias veces y cansada de no tener información sobre su denuncia, pidió que otra persona se haga cargo, así fue, pero la nueva policía que le toco, recién había sido integrada a esta unidad, no sabía cómo llevar adelante el caso, por lo que le pidieron que vuelva en tres días para que en ese tiempo se informen bien de la situación y luego puedan ayudarla.

Durante este tiempo ningún personero de la institución hizo posible que la señora reciba el debido tratamiento psicológico, pasaron por alto tan importante necesidad de que ella tenga una atención especializada para poder mejorar su situación emocional y seguir adelante en la vida. La FELCV cuenta con profesionales en psicología, que trabajan justamente con víctimas de violencia física, psicológica y sexual, sin embargo a Cecilia jamás se le brindó apoyo psicológico a pesar del conocimiento de su caso por el personal de esta institución.

Cuando el caso fue atendido por otra policía, le dijeron a la denunciante que tenía que notificarlos a sus agresores y que para esto, ella lo haga con ayuda de un policía que encuentre en la calle y al que le pida el favor. Cecilia estaba confundida, pensó que por qué tenía que buscar a un policía en la calle, si en ese lugar habían muchos policías, a pesar de toda esta mala atención, ella lo hizo, fue con un policía hasta la casa de la que había escapado, era el único lugar donde pensó encontrar a sus agresores, no encontró a nadie y entonces de nuevo en la FELCV explicó lo ocurrido, recibió por respuesta que ella tenía que notificar sí o sí a sus agresores, sino su caso no seguiría adelante.

El hecho de tener que notificar a sus agresores y no encontrarlos, para Cecilia fue la gota que derramó el vaso y se convirtió en una barrera, porque no podía estar ella misma detrás de sus agresores para notificarlos, perdiendo mucho tiempo en eso y dejando a un lado su vida, a sus dos hijos, dejar de trabajar tantos días por tener que peregrinar de diferentes maneras en busca de justicia, sin recibir, para empezar, un trato humano debido a su situación delicada, asimismo, no haber recibido apoyo psicológico y no haber recibido el acceso al debido proceso en su caso, por el desconocimiento de los policías que prácticamente no hicieron nada por ayudar a una mujer en situación de violencia, que escapó de sus agresores y tuvo la valentía de denunciar, quizás en una institución equivocada, donde después de tanto peregrinaje todo se quedó en nada.

Cecilia se sintió en todo ese tiempo sola desde el principio, abandonada y desesperada porque tenía sed de justicia, luego de 10 años de aguantar tanta violencia y poniendo ella el punto aparte de esta vida de sufrimiento al haber sido agredida sexualmente por sus agresores y decidir escapar para reorientar su vida al lado de sus pequeños, lamentablemente fueron vanos sus esfuerzos en búsqueda de justicia, después de tanto mal trato que recibió en una institución que debía protegerla, asistirla y lograr justicia para ella, terminó por desistir de seguir adelante con la denuncia.

“Ha sido feo y me ha dolido mucho que me pegue mi marido tantas veces, desde que nos casamos, me daba miedo contar esto, me decía que no diga nada porque me iba a matar y si yo hacía algo en su contra, los iba a matar a mis hijos, por eso no lo denunciaba y cuando lo denuncié a él y a su primo por haberme violado, de nada sirvió, nunca me ayudaron, por eso no creo en la justicia, ni en los policías”, relató Cecilia con la cabeza cabizbaja, llevándose las manos a su rostro para secarse las lágrimas que ya no pudo contener.

Actualmente Cecilia, trabaja todos los días con su carrito, vendiendo jugos por las calles de Cochabamba, sus dos hijos van a la escuela en la mañana y por la tarde la acompañan hasta irse a su cuartito en la casa de su amiga a quien paga alquiler. A pesar de todo lo que ha sufrido y no haber recibido justicia, ella ha decidido seguir adelante junto a sus pequeños que son su mayor felicidad.

Muchas mujeres seguramente se verán identificadas a través de este caso de vulneración de derechos humanos, donde la víctima no tuvo acceso a la justicia. Donde en instancias como en la FELCV, las policías que trabajaban en esta unidad, trataron muy mal a varias mujeres víctimas de agresiones físicas, psicológicas y sexuales, además de no darles el debido apoyo desde el momento que denunciaban a su agresor, y lamentablemente muchas policías no conocían que hacer, no tenían ni idea de los pasos a seguir cuando tenían a una víctima que quería denunciar. 

Los factores antes mencionados en varios casos han sido el pilar para que las personas que buscaban justicia y que fueron vulneradas en sus derechos, desistan de seguir adelante con la denuncia por verse ante personal que no les colaboró, lo que representa dejar a un agresor sin ser sancionado y a una víctima desprotegida, que muy posiblemente volverá a ser agredida.

Hoy en día no existe por parte de las autoridades un direccionamiento claro de cómo es el proceso que se sigue para acceder a la justicia, ni la Policía, ni el Ministerio Público se han puesto de acuerdo en cómo llevar adelante los casos. Basta ver el peregrinaje de una persona denunciante que deja de lado sus actividades diarias y debe ir de una institución a otra porque entre policías y fiscales que atienden un caso, no se ponen de acuerdo en el debido proceso, mientras que el agresor vive tranquilo y continúa reincidiendo al ejercer violencia, porque si antes golpeó, insultó o violó a una mujer, sin recibir castigo, seguirá haciéndolo.

La justicia en Bolivia es injusta, las mujeres agredidas, no logran que se sancionen a sus agresores o en otros casos obtener resarcimiento de daños, algunos profesionales del área de justicia y la misma Policía, no están debidamente capacitados y no tienen un trato humano acorde al que necesita una persona que atraviesa agresiones. Hay mucho para trabajar en la constante capacitación de diferentes instituciones que están dentro el ámbito de justicia. Además es necesaria la permanente capacitación del personal para eliminar todas las barreras que impiden proteger, ayudar y brindar apoyo a las mujeres que denuncien vivir violencia. Esto se logrará a través del debido proceso y la lucha contra otro gran problema que es la retardación de justicia.

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