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lunes, 16 de mayo de 2016

Victoria, una vida en medio de mil batallas, por Augusto Peña Vargas

Durante la dictadura perdió a su hijo en gestación y eso le duele profundamente. Fue detenida junto  a su hermana de siete años. Ahora vive en una carpa de El Prado, donde busca justicia y un resarcimiento justo a su lucha por la democracia.


Las arrugas en el rostro de Victoria López se muestran serpenteantes cuando observa con atención el horizonte infinito, hasta pareciera que esos surcos de carne fueran un archivo histórico de las mil y un batallas que enfrentó desde la década de los años 70.

Ella, una mujer de 66 años, vivió intensamente el drama de la dictadura militar, perdió a su bebé antes que naciera en una celda de paramilitares en el ya lejano 1971 y rompió una relación con su pareja de vida en los avatares del destino.

Pese a los golpes de la vida y la indiferencia del Estado frente a la demanda de justicia para los “luchadores sobrevivientes de las dictaduras”, su carácter es firme como su voz cuando debe atender nuestro requerimiento periodístico.

Doña Victoria desde hace más de 1.200 días convirtió una de las carpas instaladas frente al Ministerio de Justicia en el paseo de El Prado de La Paz en su dormitorio, cocina, centro de reuniones y refugio. En ese lugar sueña con un mundo más justo, allí entierra sus broncas y debilidades, pero es ahí también donde renueva su compromiso de lucha social.

“Esta lucha no es de ahora, es de siempre. Toda mi vida he luchado contra todo tipo de injusticia, por la libertad y por la justicia. Incide mucho en mi vida las dictaduras que hemos vivido. Este problema es generacional”, afirma.

Los golpes contra el alma

El temple fuerte de esta luchadora social se quiebra cuando recuerda esos duros momentos que vivió durante su paso por las aulas de la Universidad Mayor de San Andrés.
En ese ímpetu juvenil para alcanzar nobles ideales, el destino le señaló el rol que tendría que encarar desde aquel momento hasta la fecha. En casi medio siglo de experiencias sólo sumó dolor y lágrimas porque otros son los que recibieron los beneficios.

En el aciago golpe del exdictador Hugo Banzer Suárez fungía como dirigente de la Federación Universitaria Local (FUL), y en ese cargo lideró movilizaciones reivindicativas y para enfrentar a la bota militar.

“Como universitarios hemos luchado y recuerdo mucho la última marcha que hicimos hacia el Palacio de Gobierno. Al General (Juan José) Tórrez le habíamos pedido armas para defender al proceso democrático, pero lamentablemente estuvo de por medio la ejecución del Plan Cóndor, la CIA norteamericana que estuvo vigente durante la época de la dictadura”, recapitula.

Cuando recuerda esas páginas negras de la historia de Bolivia, de sus ojos saltan lágrimas y mucha tristeza. Su humanidad parece jugarle una mala pasada y no es para menos, si la principal causa para la demanda de resarcimiento económico y otros pedidos fue la lucha contra la dictadura, el sólo recordar lo transporta a una década de sangre y fuego.

Victoria no tiene esposo ni hijos, para darle sentido familiar a su vida mantiene una permanente relación con sus hermanos y sobrinos. Entre ellos se encuentra Leonor, una profesora de matemática del Colegio Don Bosco.

“El levantamiento se produce en el oriente pero el combate terrible se desarrolla en Laikakota de la ciudad de La Paz, nosotros hemos participado decididamente. Mi lucha proviene desde hace muchísimos años. Junto a mi familia siempre hemos luchado, nosotros provenimos de Potosí y con mi familia esa es mi lucha”.

La señora López tiene temple de acero y así demuestra en cada actividad que emprende para demostrar que la demanda de las “carpas de El Prado” no es un asunto de locos. Folder en mano recorre oficinas, se reúne con autoridades y dirigentes, convoca a reuniones y engancha entrevistas con los pocos medios de comunicación que aún se acuerdan de esa fuente.

En 10 años de gobierno del Movimiento Al Socialismo, los sobrevivientes de dictaduras no recibieron una respuesta clara y convincente a sus principales demandas: resarcimiento económico, desclasificación de archivos militares, cárcel para los autores de las masacres y justicia.

La ministra de Justicia, Virginia Velasco, en dos oportunidades intentó canalizar una solución al pedido, empero esa actitud no se reflejó en hechos.

-Usted reclama justicia, ¿qué es para usted la justicia?

“Como dice su nombre, tiene que haber un término medio, que sea justo. Justo para aquella persona que ha sido vulnerada sus derechos humanos, en este caso el Estado.

Para mí en este momento justicia es que el estado boliviano debe cumplir con aquella resolución 6047 de Naciones Unidas donde nace nuestro derecho. Ese documento dice: todos aquellos estados donde surgieron gobiernos inconstitucionales, los gobernantes que estén deben reparar los daños que ocasionaron los gobiernos inconstitucionales”.

La soledad, el precio de la lucha

La dirigente de los Sobrevivientes de Dictaduras casi siempre se la ve sola, si es que no se reúne con sus compañeros.

En cada jornada ayuda a preparar la olla común que comparten en las “carpas de El Prado”, se saca tiempo para recibir y despachar correspondencia, revisa archivos y asume que ya no existe tiempo para pretender una vida de pareja.

“En mi familia ocasioné mucho sufrimiento, sobre todo a mi madre y mis hermanas. En la época de la dictadura de (Hugo) Banzer yo he sido detenida en tres oportunidades, en la segunda vez allanan mi domicilio, donde me apresan y a mi hermana menor que en ese entonces tenía siete años”.

A Victoria le cuesta desempolvar estas facetas de su vida y razones no le faltan, y es que la dictadura le privó su derecho de ser madre. Éste había sido el precio alto que tendría que pagar por su sed de justicia.

“En el Ministerio de Gobierno nos separan a mí y mi hermana, lo que ha sido el momento más difícil. Yo hubiera dado que a mí me pase lo que pase, pero no a mi hermana menor”.

-¿Usted tiene esposo e hijos?

“No tengo esposo, no tengo hijos, ese es el precio. En la dictadura de Banzer arremetió contra la universidad. En el golpe de García Meza nuevamente soy apresada, porque era dirigente sindical de Salud.

Me capturan en el lugar de mi trabajo tres militares, el 21 o 22 de julio. Como en el anterior golpe de Estado me cubrieron la cabeza y me hicieron una serie de acusaciones”.

En su mente recorren una sucesión de historias que la transportan a una faceta dolorosa, la pérdida de su bebé en gestación.

“Es un hecho que marca el haber organizado la resistencia al golpe, pero con este costo que hasta el momento no logro recuperarme”, afirma.

El artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos indica: toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando la violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.

Victoria López se encuentra resignada a sobrellevar su infortunio, hasta diera la sensación que las bocanadas de apoyo que recibe de sus compañeros compensan su solitario destino.

Ella admite que ya no es la misma, que el paso de los años le pasan la factura y le angustia saber que sus demandas queden en el olvido, como efecto de la indiferencia del poder estatal.

Comisión de la verdad

Cuando las fuerzas parecen abandonarla, cifra un hálito de esperanza para obtener el resarcimiento económico para las 2.500 víctimas que aún quedan en Bolivia.

Los “sobrevivientes de las dictaduras” pretenden que una Comisión de la Verdad investigue y defina su situación. Ante el gobierno han perdido su fe y por lo tanto proyectan decisiones a nivel internacional.

Doña Victoria afirma que la gestión de Evo Morales elude responsabilidades, ya que ni siquiera consideró las recomendaciones surgidas en la reciente audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Con el peso de décadas de lucha sobre sus espaldas, Victoria López ya siente el pasar de los años, pero el fuego interno de justicia le inyecta ánimo para cumplir su mandato.

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