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lunes, 16 de mayo de 2016

Para Virginia Cordero la silla de ruedas no es un límite y eso lo aprendió en Canadá, por José Antonio Condori

Por un caso de negligencia médica pasó su niñez entre hospitales y médicos. Luego, la vida quiso que viajara a Canadá, donde recibió educación, motivación y condiciones para desenvolverse plenamente. Ahora es un ejemplo a seguir.

La prueba más contundente de que es posible seguir adelante es Virginia del Carmen Cordero Blanco, que enfrenta la vida en silla de ruedas. Es una mujer fuerte que lucha por seguir sus sueños y, en ese andar, todos los días vence los obstáculos arquitectónicos de la ciudad de La Paz.

Vive y lucha para que la sociedad dé oportunidades a las personas con discapacidad, reconociendo sus fortalezas. 


Su silla de rueda a motor tiene un detalle llamativo, en una esquina un artículo peculiar en forma de “mariposa” le brinda luz por las noches para que los choferes puedan verla y no atropellarla como en alguna ocasión ocurrió.

La forma de mariposa –de esta su herramienta– para ella es significativa, porque considera que las personas con discapacidad son como gusanitos que se arrastran, pero que en cualquier momento se convierten en mariposas cuando encuentran sus potencialidades internas.

Su “hija”

Tiene más de 50 años y vive acompañada de su hija Leydi. Así se llama la perrita que la acompaña desde la navidad del 2013, cuando la encontró frente a la Terminal de Buses de Cochabamba amarrada de sus patitas. Desde ese momento se convirtió en su única familia. Actualmente vende tarjetas para celulares por mayor y menor para vivir y pagar sus gastos.

Es la quinta hija de su familia, tiene vagos recuerdos de su niñez. Su madre le contó que un resfrío y la negligencia de los médicos de la Caja Nacional de Salud, hicieron que sus piernas queden paralizadas, dejando sus alegrías de niña por un lado y sufriendo operaciones, inyecciones y demás tratamientos que se hacen en un hospital. 

Niñez de hospital

Sufrió 17 operaciones hasta antes de cumplir los 15 años, fue enyesada en diferentes posiciones, incluso torciendo sus extremidades para que cuando crezca se demuestre que tenía secuela de poliomielitis, una enfermedad deformante. Trabajó mucho psicológicamente para olvidar y lidiar con los sentimientos de culpa de su madre.

Toda  su educación primaria la pasó entre en la cama de un hospital y médicos, no faltaron buenas personas, inquilinos de sus padres, que la apoyaron con estudios al salir del hospital, el joven Ernesto y la señorita Norma como les recuerda Virginia, profesores que llevaban libros y le tomaban evaluaciones.

Al salir por completo del hospital, ella se sentía extraña dentro de su propia familia. En ese momento su hermana decide llevarla a Canadá, donde salió bachiller, se tituló en Psicología de pares (personas con discapacidad que puedan ser psicólogas de otras personas con discapacidad) y Artes Plásticas, al llegar nuevamente a Bolivia estudió Publicidad, Comunicación Social y actualmente estudia Teología; además no descarta estudiar Derecho.

Su viaje a Canadá cambió su vida, conoció la Filosofía de Vida Independiente donde las personas con discapacidad tienen inclusión social, el Estado por norma hace que las mutuales que venden edificios y departamentos estén obligadas a construir un edificio con todas las accesibilidades para que las personas con discapacidad o para que personas de la tercera edad puedan acceder a ese servicio y puedan vivir dignamente.

Canadá le demostró que ella podía ser una persona con todas las facultades para realizar sus objetivos. Aprendió a jugar básquet, tenis, practicó fisiculturismo, batió un record, porque Virginia pesando 27 kilos levantó 78 kilos en los Juegos Sudamericanos en Perú. 

Incluso, practicó paracaidismo. Para ella practicar el baile deportivo es algo importante porque hace que su cuerpo se mantenga firme. Hace poco cumplió un sueño de su niñez, al ritmo de la kullawada movió su silla de ruedas participando con la Familia Galán en el Carnaval de Oruro.

Desborda alegría

Ella es una persona muy alegre, considera que un día es una oportunidad de vida que Dios le dio, le encanta escuchar música y de vez en cuando se va al Karaoke a cantar, también le gusta jugar básquet, pero lo que más le encanta es bailar y pintar, aunque por ahora no tenga mucho tiempo.

Virginia tiene el anhelo de que todas las personas con discapacidad tengan las mismas oportunidades que se tienen en Europa: una vida digna, que puedan ser profesionales, puedan acceder a un trabajo y tengan las infraestructuras urbanas adecuadas además de un cambio de conducta en la sociedad, donde entiendan que una discapacidad jamás se recupera, no son enfermos, son personas con discapacidad y deben aprender a vivir con ello toda su vida.

AUTOESTIMA

Virginia considera que pedir un bono al Gobierno, como lo están haciendo los discapacitados movilizados, no es lo adecuado porque rebaja la autoestima y dignidad de los seres humanos, lo que se debería pedir es una renta digna y un trabajo adecuado para que las personas con discapacidad puedan valerse por sí mismas y no depender y ser sobreprotegidos por sus padres o familia, como la mayoría. 

Para Virginia todos estamos en la casa del jabonero, “el que no cae resbala”, así como cualquier persona puede caer preso por cualquier circunstancia siendo culpable o no, así como no existe la justicia, de esa misma manera cualquiera de nosotros por accidente, asalto o por error médico, violencia intrafamiliar o doméstica puede quedar con una discapacidad permanente.

“Cualquier persona puede estar en una silla de ruedas… cualquiera puede ser discapacitado, perder la vista, el oído, en fin… por eso antes de juzgar debemos pensar eso. Los medios de comunicación no ayudan mucho, pueden hacer más tratando y explicando lo que realmente somos las personas con discapacidad”, comentó.

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